Karen Koehler

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Por favor, dame dinero que tengo hambre

Termino en el gimnasio y me detengo en Metropolitan Market, en la parte baja de Queen Anne, de camino a casa. Aparco, bajo corriendo en ascensor y doblo la esquina para bajar las escaleras. La voz fuerte pero no exigente de la mujer me detiene. Por favor, deme dinero que tengo hambre, me dice.

Tiene el pelo gris y largo, no exactamente despeinado, pero tampoco peinado. Lleva un abrigo negro abullonado, más gastado que el mío. Lleva una bufanda y otro abrigo largo. Probablemente lleva todo su vestuario de invierno. En la mano izquierda lleva una bolsa de plástico. A través de ella veo un periódico y una manzana.

Sus ojos marrones me miran. Me miran directamente. No están bajos. No tienen los bordes rojos. Son ojos claros y brillantes. Le digo: "¿Quieres que te traiga un sándwich?

Sí, dice y sonríe encantada. Vale, le digo, quédate aquí y ahora vuelvo. ¿Quieres pavo? Eso sería maravilloso, dice. Con rábano picante.

Doblo la esquina, entro en la tienda y murmuro: ¿rábano picante? Creo que no. Voy a la sección de delicatessen y me compro un sándwich de pavo con Havarti. Paso por la sección de sushi y compro mi cena. Entrar en la sección de fruta, pelar un plátano. Voy a la sección de panadería y compro una galleta de avena y pasas. Voy a la sección de frigoríficos y compro una botella de zumo.

En la cola de la caja, pido una bolsa marrón aparte para todo menos para el sushi. Pongo el sushi en mi bolsa grande y salgo con la bolsa de papel en la mano. Cuando subo las escaleras, la veo. Me está esperando. Su aliento sale en bocanadas blancas. Y sus ojos marrones centellean.

Espero que tengas un sitio caliente donde ir, le digo mientras le doy la bolsa. Me da las gracias y no dice nada de adónde irá. Doblo la esquina y comienzo a subir las escaleras mecánicas. Oigo el susurro de la bolsa al abrirse y una risita encantada.

Mientras subo a mi cálido coche y me dirijo a mi cálido hogar, me pregunto. ¿Se comerá su comida? ¿O la cambiará por algo que preferiría no saber? ¿La esconderá y pedirá más dinero para comer? O se irá a dormir con la barriga llena de felicidad.

Nunca lo sabré.