París Día 7: au revoir

Este es nuestro último día en París, lo que significa que debemos aprovechar cada segundo que podamos. Empezamos corriendo hasta la Tour d'Eiffel y luego cruzando el Sena. Vuelvo corriendo y me pierdo de nuevo porque busco Notre Dame a mi izquierda pero está/estaba a mi derecha. Es lógico que me pierda de nuevo. Nunca he conseguido volver perfectamente de ninguna carrera en todo este viaje.

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Diríjase al último museo. Por el camino busca la pastelería perfecta. ¡Tienen que ser las justas porque son las últimas! Entra y sale de cuatro tiendas hasta que voila. Localice los bocados más deliciosos. Croissant de chocolate amande y, como al fin y al cabo es hora de comer, un bocadillo de bagette de pasas con abricots et chevre. Soy muy elocuente. Estoy asombrando a todos los comerciantes con mi tres bien francés. Merci au revoir.

Llegar a nuestro destino perfectamente porque Ed siempre se detiene a mirar el mapa. ¿Mapa? Insiste. Me gusta encontrar las cosas de forma más orgánica. Pero es útil para llegar de vez en cuando a donde se supone que tenemos que llegar. Estamos en el Pompidou, que alberga la colección de arte moderno. Es mi museo favorito. Me encantan algunas de las piezas, especialmente de los años 50 y anteriores. ¡Tres jolie! Bajamos y vemos una interesante exposición feminista. Muy interesante. Hay una creación gigante de punto marrón que, bueno, no puedo describir. Habría que verla.

Desde allí regresamos y entro y salgo de prácticamente todas las tiendas. Sólo mirando. Ed se queda un buen rato antes de retirarse a l'hotel. Yo sigo caminando. Arriba y abajo, sin prestar atención, sin perderme porque generalmente sé dónde estoy. Encuentro mi pastelería favorita, ¡por accidente! Por supuesto. Lo que significa que tengo que pedir un café merengue en mi más encantadora francachela. ¡Merci beaucoup! Qué rico.

Al final tengo que reconocer que esto es todo el París que puedo hacer. De vuelta al hotel, entro en la catedral de San Sulpicio. La huella de esta iglesia es exactamente la misma que la de Notre Dame, pero no tiene todas las altas agujas y gárgolas. Mientras recorro y observo los diferentes nichos, decido comprar una vela por dos euros. Vierto todo el cambio que tengo en la caja de las ofrendas; todos los tintineos resuenan con fuerza. Cojo la vela más larga y doy una vuelta buscando el santo adecuado. Encuentro a San José, que acuna con cariño a un niño pequeño en sus brazos. Es el adecuado. Enciendo la vela, la pongo en el huso que la mantiene erguida y la veo arder. La vela es para Cam. Se convirtió al catolicismo en los años 80 y murió en 1996 por razones que nunca sabré. El cumpleaños de Cam es el lunes. Happy anniversaire mon amie.

Karen Koehlerabogado itinerante