El cliente (muchos años después)

Bajamos la colina para ver la puesta de sol desde la playa. Phuong ha venido de visita.

Nos conocimos en el hospital. Acababa de cumplir 18 años. Apenas escapó de la muerte. Durante el accidente de Ride the Duck de septiembre de 2015. Después de que el pato perdiera su eje y cruzara la línea central. Embistiendo y atravesando el autobús turístico lleno de estudiantes internacionales. Si Phuong hubiera estado sentada un asiento más atrás, hoy no estaría aquí.

Fue la primera persona a la que representé en ese accidente. Y siguió siendo la demandante principal cuando 54 demandantes más se unieron a su demanda.

Es difícil imaginar lo horrible que fueron esos años para ella. La emoción de ir a la universidad en la hermosa Seattle. Estar con otros estudiantes la mayoría de los cuales hablaban inglés como segunda lengua. En un instante casi morir. Vivir con dolor. Cirugía tras cirugía. Posponer la universidad. Cirugía tras cirugía.

Y luego. Para rematarlo todo. Defenderse a sí misma. Y negarse a aceptar un acuerdo que no era suficiente a pesar de las presiones de otros (no de su equipo legal, sino de otros) para no ir a juicio. E ir a juicio. Y testificar cuando aún no tenía 21 años. Y rechazando las continuas ofertas de acuerdo presentadas por el vicepresidente de AIG que asistió a ese juicio. Segura de que un jurado estaría de acuerdo en que ella merecía mucho más. Y tenía razón.

Phuong me visita el fin de semana. Exactamente la misma joven valiente que conocí hace ahora casi 9 años. Qué alegría verla. Es impresionante.

Phuong quedará marcada para siempre, pero nunca definida únicamente por lo que le ocurrió a ella y a sus compañeros de clase en aquel autobús condenado, en aquel horrible puente, aquel horrible día. Su espíritu sigue siendo brillante. Sigue su camino.

Me hace sentir muy orgullosa de ser abogada litigante.

Foto: Phuong y la playa por mí.