4 palabras

Salgo corriendo del juzgado con el bolso, la bolsa del ordenador y la práctica bolsa de la compra reutilizable agitándose contra mis costados. Llego tarde a la declaración perpetua de un médico. Mi co-abogado Matt y yo, planeamos esta contingencia a primera hora de la mañana. Él empezaría la declaración y posiblemente la terminaría si yo no llegaba a tiempo. Pero las cosas se ven bien mientras corro de puntillas ya que no tengo tiempo para ponerme mis zapatillas de andar por casa.

Sólo tengo que apresurarme durante una manzana. Llego al edificio del Bank of America, que siempre recordaré como el Columbia Center, y cojo los dos ascensores hasta la planta 72. Me dirijo directamente a la sala de conferencias, donde está el camarógrafo y el reportero judicial. Me dirijo directamente a la sala de conferencias, donde el camarógrafo está preparado y el taquígrafo listo para actuar. Saludo a Marvin, el abogado defensor. Matt y el Dr. Seroussi me dicen que quieren hablar conmigo un momento, así que me acompañan al despacho de Matt. Hablamos brevemente. Volvemos a la sala y decidimos que Matt tomará la declaración y yo le ayudaré si es necesario. Todos nos apretujamos. La asistente de Matt deja un expediente. Me la presenta y le doy la mano. Comienza la declaración.

En varios momentos, escribo preguntas en mi ordenador y se las enseño a Matt, que me las hace. Le consulto. Termina. Marvin va para media hora y el médico tiene que irse pero no hemos terminado. Le pregunto a Marvin cuánto tiempo más va a ir/volar y me dice que al menos otra hora. A lo que yo le digo algo así como "Dios mío", "tienes que estar de broma" o "algo igualmente incrédulo pero no desagradable". Él empieza a justificar la duración de una manera defensiva y sin humor y yo digo lo que sea. Entonces resolvemos la logística de cómo programar el resto de la declaración.

Recuerde ahora, vine aquí directamente de la corte. Llevo unos zapatos muy monos, una chaqueta y una falda negras y una camisa blanca. Llevo el pelo recogido y llevo casi dos horas interactuando con todos los presentes. Cuando empezamos a recoger, el taquígrafo se me acerca y me dice las cuatro palabras que llevo oyendo toda mi carrera. Nunca sé exactamente cuándo llegarán. Nunca sé quién las dirá. Creía que con los años desaparecerían. Me las suelen preguntar mujeres mayores que yo, como esta periodista. Pero una vez me las dijo un juez en pleno tribunal. Nunca las he oído dirigidas a uno de mis colegas masculinos. Ni una sola vez.

Debería ser inmune a estas palabras. No debería dejar que me molestaran. Hoy me parecen más despectivas, porque acabo de pasar dos días en un juicio contra expertas abogadas defensoras. Puede que no me guste el bando en el que están, pero qué guay es que estas mujeres sean tan excelentes en su oficio. Tan respetadas, temidas, sí, también odiadas. Pasar de eso a esto. Supongo que por eso estoy tan decepcionada.

¿Cuáles son las palabras? Son. Usted. Abogado.

Karen Koehlermujeres