Estimado Colegio de Abogados. Mi objetivo número uno no es ser civilizado.
La portada de la revista de nuestro colegio de abogados anuncia una nueva serie: "Subiendo el listón: La promesa del civismo en nuestra profesión".
Se me eriza la piel y no porque sea una bestia total.
Estoy a favor de ser civilizado siempre que sea posible. Pero a veces no lo es. Al menos no para los abogados litigantes. Nuestro deber es ayudar a nuestros clientes a obtener un trato justo. Las normas exigen que nos comportemos. Pero desde cuándo tengo que centrarme en ser amable y cortés con la otra parte. Especialmente cuando están tratando de hacer cosas malas.
¿Debería sonreír dulcemente mientras se ensañan con mi cliente de 16 años que está llorando en el estrado?
¿Debo ser afable cuando le preguntan al padre si posa para una foto en la que aparece levantando a su hija en una silla de ruedas?
¿Debo ser educado cuando digan que el capitán piloto de mi aerolínea (y otros cuatro testigos) mienten sobre el estado de una puerta?
¿Debo ser amable y complaciente cuando el abogado defensor actúa como si fuera su empleado y me dice (no me pide, sino que me dice) que ponga su prueba en mi proyector para que los miembros del jurado puedan verla?
Discúlpeme. Ser educado es una cosa. Pero si tuviera que ser dulce, afable, educado y agradable todo el tiempo - ¡sería un terrible abogado litigante!
Los miembros del jurado no quieren que nos peleemos entre nosotros. Pero tampoco esperan que seamos amigos cariñosos. Somos adversarios.
Los malos modales son lamentables. Algunos abogados deberían ir definitivamente a la escuela de encantamiento. Pero hay un peligro en la idea errónea de que el objetivo del proceso legal es hacer y fomentar las amistades. Después de todo, "No hay que preferir nada a la justicia". Sócrates. Los abogados tienen el deber de actuar como "guardianes de la ley" para preservar la existencia de una sociedad libre y democrática. Si no somos defensores ante todo, es irrelevante que seamos educados o no.
Los abogados litigantes están acostumbrados a luchar por los desvalidos. No hay nada de civilizado en dejar que los matones aplasten a los débiles. Los litigios son a menudo, por su propia naturaleza, una batalla. Es una que puede y debe librarse con la apariencia de gracia y dignidad. Con el debido respeto, querido colegio de abogados, pretendo ser agresivo, implacable, apasionado, eficaz y un incansable defensor del bien de mis clientes y de la causa de la justicia. Mi cortesía viene con dientes.