Tarde de la Convención de la AAJ 3 Espacio para respirar
Hay un punto de masa crítica que alcanzo alrededor de las 2:00 de hoy. No quiero ir a otra reunión. He prometido que asistiré a una más a las 4:00. No es la mejor de las reuniones (es decir, aburrida y sin sustancia), y salgo temprano con la intención de desconectar lo antes posible. Me gusta conocer a la gente y hacer el baile cerebral que requiere la convención de la AAJ. Pero necesito cambiar las cosas. Así que me voy, girando a la derecha en la entrada del hotel como todos los días, con los auriculares puestos y las zapatillas de tenis.
El paseo marítimo es un camino pavimentado ancho y continuo que se extiende directamente al bucle de Stanley Park. El puerto es espectacular, con cruceros, barcazas y montañas de fondo. El camino bordea el malecón. Aquí en Canadá no se preocupan tanto por la seguridad, ya que hay poco más que un bordillo de 15 centímetros antes de que los lados caigan hacia las rocas. No me gusta correr justo al lado del borde, imaginando que si alguien me golpeara me caería. No te he contado algunas de mis, supongo que las llamarías ensoñaciones, cuando corro. Imagino que me atropella un ciclista o un patinador. Cuando corro por zonas boscosas, he imaginado vampiros malos tipo Crepúsculo que salen a buscarme. Cuando miro el agua, me imagino cómo sería tener una ballena allí mismo. Sería una ballena amistosa, con suerte, pero uno nunca sabe. Intento ver peces en el agua pero admito que suelen ser algas. Así que puedes imaginarte que el más mínimo movimiento extraño llamará mi atención. Al acercarme al puente de la Puerta del León, una cosa marrón empieza a cortar delante de mí. Qué diablos. Me sobresalto un poco, pero sigo adelante. Hay un hueco en el malecón para acomodar unas escaleras. Cuando empiezo a pasar, veo tres pares de ojos marrones húmedos que me miran. Una madre nutria y sus gemelos están acurrucados. ¡Qué bonitas! (Y me alegro de que no sean una especie de ratas anfibias prehistóricas que quieren comerme).