Nos apresuramos para llegar a tiempo a nuestra última clase, atravesamos el Jardín de Luxemburgo, salimos y nos damos cuenta de que no deberíamos haberlo hecho. Nos desviamos, damos marcha atrás y finalmente llegamos un poco tarde. Escuchamos al primer ponente sobre Qui Tam, un tema que no creo que me interese pero que es absolutamente fascinante. Quiero hacer un Qui Tam. Oigo el ruido de la barriga. Hago una pausa rápida. Corro a la pastelería que hay al final de la calle, cojo un pequeño (es pequeño, es... bueno, vale, quizá no sea gigantesco) croissant de almendras y, como es pequeño, también cojo un pain d'raison por si acaso. Vuelvo corriendo a clase y me apaño con los dos. Mucho mejor.
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